lunes, junio 06, 2005

OPINION PUBLICA:Una visión desde la práctica periodística cotidiana // 2

Medios, sentimientos y poder
¿Cuál es el papel y la responsabilidad, en este cuadro, de los medios de comunicación? Por lo pronto, cierta complicidad con los sistemas de poder para instalar generalizaciones, a partir de opiniones parciales de la sociedad, que son ni más ni menos que falacias.
Estas falacias llevan los pensamientos a extremos que se asumen como verdades absolutas y sobre las que gobernantes y medios repiquetean sin cesar:
Veamos algunas:
“Un juez es corrupto. Ergo: todos los jueces son corruptos”.
“Hay corrupción en la Justicia. Ergo: todos los jueces son corruptos”.
Es decir, podemos ir de lo particular a lo general o ir de lo general a lo general, sin detenernos a analizar a fondo cuánto de verdad conlleva ese pensamiento socialmente aceptado en un momento histórico.
Hay ejemplos recientes:
El presidente Néstor Kirchner sostuvo que la excarcelación del empresario Omar Chabán, imputado por la masacre de Cromañón, es "un cachetazo" para la sociedad
Y aseguró que la decisión de la Cámara del Crimen "daña la moral de los argentinos" y da la sensación de un "estado de impunidad constante”.
"No se pueden sacar fallos varados desde una loma, como si los argentinos fuéramos seres inanimados", sostuvo.
Conclusión falaz: los fallos judiciales deben contentar a la sociedad.
No hubo, como se advierte, ningún intento por impulsar la modificación de las leyes o de los códigos que posibilitaron que quede libre el hombre acusado de haber contribuido a la muerte de casi 200 personas. Sólo se trató de ponerse al frente del reclamo social como una manera impúdica de obtener réditos políticos.
Seamos condescendiente con la sociedad. Es verdad que los sentimientos son repulsivos porque una creciente mayoría no tiene obligación de tener en sus manos demasiados elementos sobre qué dicen los códigos y las normas y cómo se cuantifican los delitos.
“La condena social no admite instancia de apelación alguna y se reduce a la lógica de que el robo y el crimen siempre se pagan, inclusive cuando sólo hay una sospecha popular extendida, sin condena firme.
Cárcel para los corruptos y asesinos desde el mismo momento en que se les imputa el delito, aunque no haya pruebas firmes que avalen esa sospecha.
La razón es simple: la gente confía sólo en su intuición y no en instituciones públicas desprestigiadas y sospechadas de beneficiar sólo a quienes ostentan poder”.
Estos tres últimos conceptos fueron planteados en una editorial que La Voz del Interior publicó en aquellos días en que el horror de Cromañón se revolvía en marchas por la decisión de liberar a Chabán.
Fue un intento por poner una dosis de racionalidad, de la que –quedó visto- careció un poder que se montó sobre la opinión pública, sin importar que había otro poder que debe, por imperio constitucional, ser independiente.
Veamos un segundo ejemplo:
El gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota; el ministro de Seguridad, Carlos Alessandri, y el intendente de Río Cuarto, Benigno Rins, se pronunciaron por la libertad de Mariela Galíndez, la mujer que atropelló y mató a un hombre que le había robado el bolso cuando con su marido salían de viaje.
El gobernador, incluso, sostuvo que su opinión era la de “un hombre común”.
¿Es el gobernador un hombre común? Difícil es que pueda desprenderse de su condición de mandatario a la hora de sumarse a una corriente de opinión sin duda favorable a la mujer, pero que no puede ni debe condicionar una decisión judicial.
Que la condición de madre de un hijo discapacitado habilita tomar justicia por mano propia es la conclusión inmediata que se obtiene de estos pronunciamientos.
En uno u otro caso, ¿cuál debe ser el papel de la prensa para evitar que ese conjunto de opiniones individuales idénticas que llamamos opinión pública impongan como tal una verdad que no lo es en sentido estricto?
Lo políticamente correcto no siempre es lo legalmente correcto.
En ambos casos, convendría repasar la postura de Eugenio Zaffaroni: “Sobre un fallo debe analizarse si es adecuado o no a derecho y por más que la opinión pública se manifieste en contra hay que pronunciarlo igual”.
“Hay que pronunciar lo que se debe. No creo que debamos estar pensando cuál sea la opinión pública, porque de lo contrario estamos sometidos a un plebiscito permanente, no a lo que dice la Constitución, a lo que dicen las leyes, sino a cómo se maneja la opinión pública, esto no me parece que sea correcto”, advirtió cuando se discutía la liberación de Chabán.
Rudiger Lautmann, sociólogo alemán, afirma que los jueces y los periodistas poseen marcos perceptivos disímiles: mientras el periodismo actúa bajo la presión del tiempo social, el juez debe respetar el tiempo de la trama procesal.
Aún admitiendo que los medios juegan un papel destacado en la creación de opinión, nunca habrán de superar el poder de los Estados en relación a la creación de los instrumentos jurídicos y políticos que controlen y ordenen a la sociedad. No es su papel.

CASO BLUMBERG:
Legitimidad y autoridad.

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